Visitas hasta ahora

2: De los que están, cerca o lejos, y los que ya no están...

Hoy vengo a hablar sobre los amigos, los conocidos y las parejas que van apareciendo en nuestras vidas, algunos para quedarse y otros solamente de visita. 

Ante todo, me he propuesto no analizar (descuartizar, sesgar, machacar) los miles de tópicos al respecto ya que los encuentro enteramente absurdos. Válidos sólo para momentos concretos en lugares determinados. Así que vengo sólo con mi pensamiento desordenado y sin argumentar para dar algo en qué pensar.


Mi vida, como supongo la de todos los demás, es un contínuo vaivén de personas. Personas que pasan ante nosotros sin detenerse, personas que se paran a curiosear, personas que nos buscan y personas que nos evitan.

De todas ellas, las hay que se quedan con nosotros durante algún tiempo y deciden realizar parte del viaje con nosotros, incluso a veces bajo la promesa de realizar el resto de etapas a nuestro lado. Pero a veces olvidamos que cada persona sigue un camino más o menos errático, cargando una mochila con sus conocimientos, recuerdos, experiencias y aprendizajes y guiados por un mapa más o menos preciso con uno o varios destinos marcados en rojo. 
Los demás sólo somos caminantes (o corredores) que cruzamos sendas con ellos y decidimos si queremos compartir espacio y tiempo con esa persona. 

¿Sabéis? Pocas, muy pocas veces dos caminantes tienen exactamente el mismo destino. Y si lo tienen, probablemente su hoja de ruta sea muy distinta. 
Así pues, andar de la mano de otros puede ser gratificante, pero sin duda en algún momento surgirán discrepancias sobre la senda o el destino, sobre el tipo de calzado adecuado para caminar o sobre cuándo es un buen momento para detenerse a descansar y cuando hay que apretar el ritmo.

Es entonces cuando las emociones entran en batalla, y es cosa nuestra decidir qué emociones debemos dejar salir (cuáles son honestas) y cuáles no. Si escuchamos bien en ese momento, hay algo dentro de nosotros que nos trata de explicar que esa persona también está en conflicto consigo misma, que también está renunciando a parte de su plan de ruta, que su mochila está igual o más cargada que la nuestra y nuestros cuerpos son distintos y no se mueven igual.
Es la empatía, que habla muy bajito, y depende de nosotros que el ego o el tener razón grite más que ella. 

Así pues, a menudo los caminos se separan, y eso puede entristecernos pero jamás debería enojarnos.

Al conocer a alguien generamos una serie de expectativas basadas en nuestra situación personal y en el contexto del momento, pero ese contexto puede variar. De hecho, cambiará. Así, es habitual (y natural) no sentir ahora el mismo apego o intensidad por aquél amigo de la infancia que vivía en nuestra misma calle, por la pareja que hace unos meses era nuestra vida entera o por el profesor que tanto nos inspiró a atacar nuestro sueño. 
El amigo quizá se vaya a vivir fuera, la pareja tal vez ya no nos esté aportando lo que necesitamos y el profesor puede que no se sienta ya motivado por lo que fueron sus propios sueños. 

Quizá si tratáramos de ponernos en su piel desde la honestidad y la mente abierta, veríamos otro mapa, otro camino y otro objetivo. Incluso tal vez nos sorprenderíamos tomando sus mismas decisiones. Porque en el fondo, la única persona que ha estado, está y estará con nosotros hasta el último suspiro... somos nosotros mismos.

Pero hay algo mágico en algunas personas. No sé cómo lo harán pero hay caminantes que, estén donde estén, te están sintiendo. De una forma u otra te ven, te siguen, te ayudan, no importa si están diez pasos o diez kilómetros delante o detrás. Quizás estén simplemente en otra senda, pero de algún modo saben (y sabes) que volverán a cruzar sus pasos con los tuyos... 

Y son ellos, cerca o lejos, los que hacen que cada paso valga todo su esfuerzo y la sonrisa más grande que seamos capaces de mostrar.

No hay comentarios: